• Viaje Intra-Generacional

    Hoy la mala noche le tocó a Anto. Yo si logré dormir, un poco de frío de vez en cuando pero nada que impidiera descansar. Nos levantamos al rededor de las 8 am con la voz de papi Raymond diciendo “allez levez vous! il est presque midi et il fait beau!” .. d’ailleurs, aucune de ces choses étaient vraies.

    Nos levantamos , desayunamos, nos arreglamos y salimos al mundo. Fuimos al plateau , el barrio francés . Restarurancitos, tienditas, mucha nieve. Hubo un momento en el que me volví a quedar sola con el papi, en un cafecito frente a la estación de Mont Royal mientras Anto y su papa fueron a buscar la agencia para rentar el carro, la cual por cierto estaba cerrada por lo que al final volvieron igual que como se fueron: caminando. Sin tomar eso en cuenta, el tiempo que pasamos ahí solos platicando fue muy agradable. Commencé por preguntarle al abuelito que quería tomar y después de unos segundos de perderme en el acento de la mesera, que tenía cara de Turca, acento quebecois y pero hablaba francés, logré pedir mi maravillosa órden de “dos cafés negros, no tan fuertes”. Nos sentamos justo frente a la entrada para tener a la vista las ventanas que daban a la calle principal y así poder ver cuando los hombres regresaran con nuestro vehículo (climatizado!). Creo que hasta ahorita cuando nos hemos quedado solos , soy yo la que he tenido que comenzar las conversaciones; siempre me ha provocado una extraña pena entre ajena y propia el silencio con alguien levemente conocido o recientemente presentado y con mayor razón si es el abuelo de mi flamante y recién estrenado novio francés. Ya no recuerdo con que pregunta comencé a hacer plática pero terminamos casi casi arreglando el mundo y hablando de un poco de todo; de los hijos, el número de hijos que acostumbran tener en Francia, que hacía el antes de estar retirado? Las diferencias culturales y los idiomas; los planes futuros de mi hermano, la intención de mis papás de aprender francés, su preferencia por la campaña en contraste con la ciudad y su aparente aversión contra ellas. Igual que Didier, me dice que de las ciudades grandes solo le interesa observar los monumentos históricos, pero que fuera de eso, prefiere los campos, las montañas, los ríos … El mar no. Sí, en efecto, es difícil el abuelito pero parece que dentro lo que cabe, he tenido éxito con eso de la primera impresión, tanto con él como con Bernard. Cuando regresaron Anto y Bernard (sin carro), Le reportó a Anto que habíamos tenido una plática muy interesante, que yo entendía casi todo y mi francés era bastante bueno y que se cuidara porque me iba a intentar conquistar para robármele.

    Bernard por su parte, tiene una forma mucho más sutil y tierna de mostrarme su aceptación. Jugando en la estación del metro y haciendo la finta deomo queriéndome aventar a las vías del tren; tratando de empujar en las esquinas mientras esperamos que “le petit bon homme blanc” aparezca y nos deje pasar; explicándome mientras caminamos, como es que se cocinan la chataigne “hay que hacerles un hoyo para meterlas al horno y dejar que la humedad que tienen dentro salga, si no se les hace ese hoyo pueden explotar.. bueno, una pequeña explosión” ..y ríe. Tiene una sonrisa muy bonita. Inspira confianza, tierna como la de Anto.

    Comimos en un restaurant libanes o algo así, tipo kebab. Yo pedí el plato vegetariano con cosas extrañas pero rico. El abuelo no resistió más de 3 mordidas al kebab y lo dejó, pero aquí nada se desperdicia. Bernard me robó el cuchillo (cosa que me pareció bastante personal y me agradó que se atreviera a hacer) y lo partió a la mitad. Al parecer el apetito prodigioso viene de familia porque los dos comen en cantidades nada despreciables. Aún así nadie le gana a Anto.

    Estos últimos días me la he pasado pensando en Bruno y lo que me dijo el día de mi despedida en el Mofo: “así que vas a saber de una vez que tanto tiempo podés aguantar al Anto, vos solo tenés que observar bien al papá, si todo va bien con él entonces te seguís con el abuelito, asi vos sabés hasta que edad lo podés aguantar”.

    Cada que veo a los dos, Bernard y Raymond me imagino que eventualmente Anto va a ser así, tanto física como emocionalmente. No me molesta para nada. De hecho me agrada la idea de imaginarlo un poco como su papá [puntualizando el hecho de que el divorcio me parece algo que nos podríamos saltar (obvio que para eso necesitaríamos casarnos. En fín, largos plazos)]. Ahora que respecto al abuelito creo que preferiría que mi Anto-viejito fuera más sonriente y menos quejumbroso, pero tampoco sería tan malo. Como buena doctora, no puedo evitar visualizar también el aspecto de la salud y ahí sí espero que haya heredado sus genes saludables; esos genes que después de 80 años de estar activos le siguen permitiendo hacer un viaje transatlántico y seguirnos el paso en las calles nevadas, las montañas, las iglesias y los mercados sin mayor problema. Pas mal de tout.

    Por el momento, y planeando más en términos de un plazo inmediato,

    ¿Qué vamos a cenar hoy?


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